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La deslumbrada | Mía Gallegos

LA DESLUMBRADA

Mía Gallegos

 

Sé que vivo en la desmesura.  Cada paso que otros dan cerca de mí se agiganta, se duplica.  También me ocurre con los olores. Sé que llega la mañana porque huelo el olor del pan recién horneado.  La levadura me embriaga, me turba y, de inmediato, quiero desayunar.

 

Ahora mismo siento unos pasos lejanos, apenas pesan sobre la alfombra. Son los pasos de mi madre, huidizos, escurridizos, pasos que jamás me rozan, pasos que jamás se acercan a la mecedora en donde estoy por las mañanas antes de desayunar. 

 

Mi madre va de paso, siempre va de paso como si huyera del tiempo. ¿Será que se esconde de mí? No lo sé. Nunca la he comprendido. Escucho su voz ronca, pero como no se acerca, nunca he sabido cómo son sus ojos, su nariz, sus mejillas, su cabello…

 

En cambio tía no se aparta de mi lado. Por las mañanas me prepara avena y trozos de pan con mantequilla. Tía me enseñó a comer sola.  Nadie me ayuda. También camino por toda la casa con entera libertad; no tropiezo; sé perfectamente en qué lugar están todos los muebles.

 

Ahora mismo todo una silla, me han dicho que es madera de cenízaro.  Es tibia y me gusta el olor que despide. Me dicen también que es de color café. Pero yo nunca he visto los colores. Me han dicho que el sol es amarillo, pero que en las tardes, cuando se abisma en el mar, es anaranjado y a veces colorado.

 

Cuando amanece, descubro cómo va a ser el día: si siento la tibieza de la brisa y un calor en los ojos, sé que habrá una mañana soleada. Pero otros días, siento que los vellos de mis brazos se erizan, entonces presiento que el día estará sombrío y nublado.

 

Pero ¿qué es azul? ¿Qué es amarillo? ¿Qué es anaranjado? Yo solo entiendo las vibraciones, de pasos que se acercan como los de tía, de pasos que se alejan cómo los de mi madre.

 

Un día tía me llevó a conocer el mar. Probé el agua, era muy salada. Me tumbé en la arena, pero el sol abrasaba. Me quemé la espalda y me ardía vivamente. Luego me sumergí, caminé entre las olas, sentía que una fuerza me arrastraba y me dio temor. Preferí salirme y me quedé escuchando el susurro, era una voz, un lenguaje que yo creí recordar de otro momento. Pero ¿cuándo había escuchado yo ese rumor acompasado? ¿De dónde provenía ese instante de silencio que después parlaba?

 

Hoy, que estoy aquí, muy cerca de la ventana abierta de par en par, siento un poco de frío.  Dicen que de seguro lloverá.  A mí me gusta la quietud de los días lluviosos. No siento el rayo del sol sobre mi frente, sobre mis párpados.  La mañana va a estar fresca, pero en la tarde lloverá. Las aceras se pondrán resbalosas y tendré mucho cuidado al caminar  Sin embargo, siempre que salgo de la casa, tía me va guiando. Dice que necesito un lazarillo…

 

Cuando nací mi madre se llenó de pavor. Soy una deslumbrada, una alucinada.  Las voces que escucho siempre se magnifican. Los olores me penetran hasta los costados.  Todo lo que conozco de la vida es desmesurado…

 

Desde que nací, solo tía ha estado aquí para acunarme.  Poco a poco fui aprendiendo los rasgos de su cara. Le palpé los ojos; le acaricié las mejillas; descubrí que sus labios eran muy finos y bien trazados. Pero yo no lo sé.

 

En cambio, dentro de mí la música crece… Escucho a Beethoven, que era sordo y que, sin embargo, desde su centro la magnificencia brotaba. Oigo los pasos del destino.  Cada nota va colándose.  A veces son dardos tenaces, puntas de lanza o agujas celestiales que se escurren por las venas…Yo no veo, no veo nada. Solo percibo del sol su calor. Pero en las noches, cuando el astro se ha ido, empieza a murmurar una voz dentro de  mí.  Tía no sabe explicarme de quién se trata.  A veces me dice que es Dios; otras, que es un ángel. Mas yo sé que son los pasos del destino y aunque no veo, muy dentro de mí se completa una imagen que me persigue desde antes del nacimiento. Es ella, la de anchurosa frente; es ella la de cabello en cascada; es ella: estatua que parece perturbarse…¿Y si se tratara de mi madre, que ahí escondida, en la penumbra intenta consolarme?.

 

Fotografia de Mia Gallegos

Mía Gallegos nació en Costa Rica en abril de 1953. Es escritora, periodista, ha publicado libros de poesía, de cuentos y de ensayos.  Sus libros de poesía:  Golpe de Albas. Los Reductos del Sol, Los Días y los Sueños, El Claustro Elegido, El Umbral de las Horas.  Cuentos y prosas poéticas: La Deslumbrada.  Ensayo:  Tras la huella de Eunice Odio. En el año 2020 se publicó una Antología de su poesía en la Editorial de la Universidad Estatal a Distancia.  La Editorial Nueva York Poetry Press publicó en el 2021 su poemario Es polvo, es sombra es nada.

Sus poemas figuran en antologías latinoamericanas y de España. En 1985 participó en el Programa de Escritores en la ciudad de Iowa en los Estados Unidos. Ha recibido en tres ocasiones el Premio Aquileo J. Echeverría en la rama de poesía. Pertenece a la Academia Costarricense de la Lengua. 

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