

XXXII
Ayer limpié la tumba del sueño y me levanté a escribir estas palabras que leerás. Espero que tus ojos en este momento permanezcan fijos en este papel. De antemano te digo que preferí escribirla legible y no confusa como mi letra. Quiero que sepas que esta noche será larga, tan larga como tu espera, las estrellas están apagadas, los luceros taciturnos, los grillos en silencio y los faroles arropados con la niebla… Esta noche mientras la soledad ata mi cuerpo arrastrado entre espinas punzantes, dejando huellas incurables en mis venas.
El viento se ha llevado una estrella, el sol, por su parte, se ocultó a escuchar el cierre de tus ventanas. El amor por ti es tan difícil de borrar como huella digital. Jamás me verás con los mismos ojos que te miro. Tal vez es una simple y llana teoría de la melancolía de tenerte, de sentir tus labios rosas. Cuántas noches he deseado besarte profundamente para que sientas mi querer con el toque de mis labios, que sientas mi energía en tu alquímico ser. Esta noche cierro los ojos, escucho esa voz mística y hechicera, en el fondo de mis entrañas, está presente tu risa que paraliza mi olfato cuando te veo reír. Esta noche se marchitan las rosas, caen sus pétalos y la brisa se las lleva en el infinito cielo. Esta noche las lágrimas inundan mi habitación, el oxígeno se acaba y las vísceras se pudren. Esta noche, como todas las demás noches, hablo a las estrellas. Lloro junto a ellas y les digo cuanto te quiero.
Aunque tú no lo sepas, me querrás de otra forma, pero no de la misma manera que te anhelo yo. Acá en este rincón de mi habitación, ahí, donde la luz no llega, me acuesto a conversar con mi oscuridad, alimentada con mis miedos, la única que comprende lo que pasa por mi mente, la única que me escucha hablar de ti, la única que me hace ver la realidad, la de una vida que no vive.
Silencio que yace en una esquina de tus ojos, aquellos que atraviesan mi alma cada vez que me miran, los que me enloquecen por no tenerte. Tu forma de ser me embruja, me hace sentir niño, me hace viajar por la galaxia de planeta en planeta. Quiero que sepas que estás en cada línea que escribo, en cada flor que nace, en cada ave que vuela y en cada nube que observas.
¿Sabes?, los seres como tú son tan especiales que forman parte de los sueños de los poetas, de los pintores o de los soñadores como yo. Sólo tú eres capaz de elevar mis mejillas al crepúsculo. Con el tiempo comprenderás que no habrá nadie que te amé como yo. La vida la comprendemos cuando realmente aceptamos la magia de alguien, cuando dejamos recibir el beso de mayo, cuando dejamos entrar a un ángel que extiende sus manos con una flor.
Querida bella dama o hada como te bauticé, esta carta no es una despedida, no. Es un fluir de mi alma. Sólo quiero que sepas que la noche es tan infinita como el amor silencioso que siento por ti. Jamás sabrás el tormento que interrumpe mis pestañas en un cuerpo paralelo del calendario. Mañana será otro día. Tú seguirás con tus cavilaciones, y yo esperando tu sincera respuesta.
Hoy, cuando pierdo el sentido y el oxígeno se acaba, dejo todo en este papel. Amada, me despido como lo dijo Neruda: «Desde tu corazón me dice adiós un niño, y yo le digo adiós».
XXVII
Entre mi amor y yo han de levantarse
trescientas noches como trescientas paredes y el
mar será una magia entre nosotros.
Jorge Luis Borges, «Despedida» en Fervor de Buenos Aires, 1922
Aquí donde la noche no ríe
el ángel de la luz me conduce
a las tinieblas.
Preso en cadenas pregunto:
¿Por qué estoy en oscuridad?
«Por amor»,
dice el ángel.
El miedo se apodera de mis venas,
me encierro tras mis pensamientos,
me entierro en mi propio cuerpo,
ya no veo jardines
ni extrañas lagunas.
Te vestí de oro,
ahora tú
vistes mi cuerpo con el aroma
de la muerte.
Ahora
duermes en mi ataúd,
mi boca desangra tímidas palabras
que se abren al viento
y tan sólo sopla alrededor.
Tu mano empuñada a tu adalid
penetra mi cuerpo amorfo.
No puedo escapar de tu sombra,
tu voz está en todas partes,
no puedo esconder tu imagen.
Ya sea en las nubes,
en el Sol,
te seguiré amando de igual manera,
sin perder el sueño de salir de la tumba.
Solo te esperaré hasta la muerte
pensando en tus labios míos.
Desgarraré mis vendas y te ataré
a mi lado.
Juntos bailaremos en las copas
de los árboles
con invitados celestiales,
solos en los astros
como cometas azules.
Ángel,
es verdad,
el amor es la propia muerte.
Ángel,
por amor los guardianes
protegen la torre con cerraduras.
Apártate de mí, Ángel.
Sólo una llave mágica
abrirá mi cuerpo
de esta cárcel.
XXV
Para Andrey, un compañero de copas
Aquí estamos
cambiando esperanzas
y algunas copas.
Tenemos los mismos ríos,
las mismas agonías corroídas,
las mismas tumbas.
Sólo que mi tumba tiene
un orificio muy profundo
donde nace mi tumba.


Fotografia de Moisés Cárdenas
Actualmente radicado en Córdoba, Argentina. Moisés Cárdenas nació en San Cristóbal, Estado Táchira, Venezuela, el 27 de julio de 1981. Poeta, escritor, profesor y licenciado en Educación Mención Castellano y Literatura. Egresado de la ULA-Táchira. Ha publicado en antologías de Venezuela, Argentina, España, Italia y Estados Unidos. Entre sus obras:
Libro Relatos de cualquier tipo, Editorial Solaris de Uruguay, 2022. Poemario En el jardín de tu cuerpo, Sultana del Lago Editores, Venezuela, 2021. Novela de género testimonial, Los ojos de un exilio, Editorial Avant, Barcelona, España, 2020. Publicación digital, Obra poética y narrativa, Biblioteca de Autores y Temas Tachirenses, volumen 208, BAT. San Cristóbal, Táchira, Venezuela, 2018. Poemario infantil Mis primeros poemas, Ediciones Ecoval, Córdoba, Argentina, año 2015. Poemario Poemas a la Intemperie. Editorial Symbólicus, Córdoba, Argentina, 2013. Poemario Duerme Sulam. Editorial Cecilio Acosta, Museo de Barinas, Venezuela, 2007. Poemario El silencio en su propio olvido, Ministerio de Educación (IPASME) Caracas, Venezuela, 2008. Ha colaborado con artículos literarios en la revista Digital Incomunidade, Oporto-Portugal. En el Diario Digital Identidad Latina Multimedia de Hartford, Estados Unidos.