Cultura

No crimson, no restriction | Waldo Contreras López

Karina había estado durante un año debatiéndose en una lucha definitoria contra su corazón por sus ideales, su futuro como académica de la universidad y su muy poco patrocinada carrera política. Cuando se matriculó en la licenciatura de psicología su juventud no le permitió definir claramente porque estaba dentro de un aula frente a un puñado de maestros que intentaban acreditar los porqués de la transición de escuela a facultad y definir a su alma mater como una ciencia digna de respeto. Pero con el paso de los años el corazón le permitió esclarecer los motivos para ser alguien de provecho. En el transcurso de los semestres finales unos hechos violentos sacudieron la ciudad: Un asesino en serie caminaba las calles. Sus víctimas habían sido hasta entonces siete homosexuales hombres ultimados de formas muy peculiares. Una parte muy pequeña de la sociedad salió a las calles a protestar cuando una de las víctimas había sido un prominente e influyente estudiante de la escuela de letras: fue encontrado muerto en los patios del jardín botánico amarrado de pies y manos con unas pantaletas, los pantalones a medio bajar, huellas de haber sido violado, con un condón usado enredado en el cuello y un cuchillo clavado en la espalda hasta la empuñadura atravesando también un pedazo de papel que rezaba a manera de sentencia: “Puñal: con la vara que vives serás habitado”.

 

Fue en una de estas marchas contra la violencia donde conoció a Bárbara, su primer y único amor y el primer sinodal para medir los alcances de su vida pública y el derecho a ser feliz. Todas las batallas que le fueron saliendo en el camino las fue librando de manera exitosa incluyendo la lucha por pagarle a su cuerpo y corazón la pareja amorosa que se merece. Sus altas calificaciones le permitieron el acceso a una jugosa beca para estudiar una maestría en violencia de género para la universidad de Buenos Aires, Argentina. Las tribulaciones que ahora no le permiten siquiera dormir seis horas sin sobresaltos son dos: la presentación de su controvertida tesis y la definición de su desastrosa vida matrimonial. Karina está casada ante las leyes del Estado con un hombre exitoso, catedrático e influyente político célebre por conseguir leyes a favor de los Yoremes y mayos, por sus arranques de violencia explosiva ante la injusticia o contra todo aquel o aquello que se opone a sus proyectos. Karina sabe que por haber definido el rumbo de sus ideales y sus preferencias sexuales está de verdad sola en un mundo disparejo. Solo le duelen dos cosas: la forma en que terminaron las cosas en su matrimonio con Ramiro Morentes y que perdió el apoyo total de las influencias de su aún esposo con personajes importantes del gobierno estatal, federal y buena parte de contactos en Latinoamérica y Estados Unidos. Tendrá que enfrentar sola un mundo que hasta entonces le había sido facilitado y eso le da mucho miedo.

 


Su mejor amiga la mira a los ojos, le toma las manos y le dice: “¡Ay amiga!, ¡ay Karina! ¿Cómo te fuiste a apendejar y meterte en ese escándalo?”

 


Estaba a punto de enfrentar a la academia para presentar su proyecto de tesis y justificar así el derecho que tiene a los beneficios que se otorgan a ciertos académicos; por la tarde se iría al bar de su propiedad a inaugurar la oficina desde la cual dirigirá su movimiento social en contra de la violencia hacia la comunidad LGBTT.



-Lo bueno, es que Ramiro te dejó firmada la propiedad del bar, que si no. Lo bueno es que pudiste conseguir los permisos de reapertura inmediatamente.

 

– ¿Cómo me fui a atarugar de esa manera? Chingada puta madre. Pero no pude soportar que el cabrón le pusiera la mano encima a Bárbara y a Edwin.


-Pues sí. Mira ahora como terminaron las cosas.

 

Las cosas en su vida académica, laboral y sentimental se habían ido al caño hace apenas veinte días aquella noche del 15 de agosto, fecha marcada con saña dos días después en las páginas de la nota roja del periódico local:


“Grupo de homosexuales y lesbianas agreden a un hombre hasta mandarlo al hospital”


Días después, un amigo cercano de Ramiro, jefe de la Procuraduría de Justicia del Estado y allegado del virtual candidato a la gobernatura por el partido en el poder se encargó de dar el nombre de la líder del grupo de personas agresoras de Ramiro en una conferencia de prensa a nivel nacional.

 

Estos fueron los primeros dos mandobles mediáticos que recibiera su incipiente carrera política. Lo perdió casi todo: su puesto como directiva en las oficinas del CEPAVI y la SSA, la posibilidad de ser candidata a la gobernatura por el partido PAS, sus cuentas bancarias mancomunadas con su marido y su vida personal que ahora es un platillo para la opinión pública.

 

Solo le queda sus tesis y el amor que siente por Bárbara, una jovencita de diecinueve años estudiante de sociología quien ahora está hundida en una depresión profunda debido a los ataques y las burlas de sus compañeros de escuela por tener una relación amorosa con una mujer mucho mayor que ella además de que salió a la luz todo el apoyo que Karina le diera para que obtuviera ciertos favores de parte de los directivos además de un gran apoyo económico para llevar a cabo un proyecto ecologista en la ciudad, amén del desastre profesional que se desplomó como pájaro sin alas tras el escándalo en el café-bar “Los portales del arcoíris” La opinión pública y cierta parte gruesa de la comunidad universitaria las repudia; algunos grupos estudiantiles las llaman las Bonnie y Clyde del lesbianismo. 

 

Mira el reloj a cada rato y revisa el teléfono por si acaso tuviera un mensaje de la abogada defensora que lleva el caso de agresión contra su esposo; ella está en la sala de urgencias de la clínica en donde Ramiro se debate entre la vida y la muerte; tiene hasta ahora dieciocho días en coma con las cervicales rotas y contusión cerebral. Si acaso vive quedará cuadripléjico y alimentándose vía intravenosa. Siempre quiso que su matrimonio terminara pues ya no soporta más vivir con alguien a quien nunca podría amar; de Ramiro ya no soportaba siquiera su aroma y las relaciones sexuales habían sido, desde que conoció a Bárbara, una verdadera tortura que le dejaba el cuerpo como en una extraña fiebre, con un dolor profundo y una náusea que perduraba días; deseaba de verdad que ese hombre desapareciera sobre todo cuando se le subía encima para aplastarla en una posesión que le parecía abominable y digna del peor animal habitando la tierra. Lo soportó durante años pues hubo un tiempo en el que creyó que se lo merecía por intentar engañar a su alma en pos del éxito y la protección de un hombre. Trató de imaginarlo en la cama del hospital; trato de encontrarlo de alguna manera digno de consideración. No quería que muriera; solo quería que todo aquello que lo unía a él terminara. Le llegaron a la memoria los últimos momentos que estuvo frente a él. Se paró en la puerta de Los Portales con el lujo de la indignación que sentía dispuesto a echarle en cara todo el engaño del que había sido objeto. Escondida tras la barra le dio indicaciones a Edwin de que no le permitiera el paso. El joven fue a dar la cara de todos frente a Morentes y se dispuso a explicarle los por qué a pesar del rencor inexplicable e inmemorial que sentía contra aquel sujeto tan seguro de la forma que tiene su grave existencia:


-Estamos en sesión. No debe usted interrumpir. Además, este es un bar para homosexuales. Nada tiene motivos de estar aqui.


-Me importa un carajo sus reuniones, maricón. Además, este es mi bar, le pese a quien le pese y adentro, está mi esposa.


– Karina ya no está vinculada de ninguna forma con usted; entienda por favor. No me obligue a usar la fuerza o llamar a la policía.


Ramiro le dio un empellón que lo depositó en el suelo y entró dando una patada a la puerta.

 

Esta parte es la que más recuerda Karina. Sus miradas se encontraron. La de ella, nublada por una bruma que le hacía sentir que el aire le faltaba y la seguridad de que aquello tenía que terminar de mala manera, como si eso fuera algo que ya estaba escrito en su historia desde que le diera el sí ante un juez. Ramiro tenía una mirada melancólica y los puños crispados, con la seguridad de que todo eso le había arrebatado a la mujer de su vida y tenía que luchar a muerte por ello. Con un susurro desmotivado como si estuviera hablando frente al cadáver de un santo, le dijo:


-Mira nada más hasta donde llegaste. Mírate rodeada de maricas y tortilleras. Seguramente alguna de estas marimachas es quien te da gusto. No puedo creer que pretendas dejar todo lo que te di por una de estas pervertidas. Todo lo perderás si no recapacitas, Karina.


Bárbara salió a enfrentarlo para defender todo aquello que conformaban las dos. Ramiro hizo el semblante como si lo abofetearan en el rostro. La jovencita temblaba de pies a cabeza mientras le explicaba los cómo es que ella es capaz de hacer feliz a su esposa sin pedirle nada a cambio. Karina estaba perpleja. Hasta entonces se daba cuenta de la pasión que provocaba. Fue como si de repente le cayeran encima todos y cada uno de los latidos de aquel par de corazones que saltaban esperando que el enfrentamiento tuviera al fin un desenlace que les beneficiara de alguna forma. No podía articular palabra, pero hubo un momento en el que estuvo a punto de dejar todo aquello que había alcanzado por sus propios medios y regresar resignada al auspicio de Ramiro. Solo tuvo que observar la forma con que Bárbara apretaba los puños para defender aquella parte de su mundo. Sintió envidia del aplomo de su joven amante. Si ella hubiera actuado así a esa edad no estuviera en esos momentos frente aquella escena horrible. Estuvo a punto de decirle a Ramiro que salieran un momento a hablar, que sentía mucho haberlo engañado durante tantos años, que fue sincera siempre, que nunca pretendió hacerle daño, sino que más bien al contrario luchó con todas sus fuerzas para sentir por él un poco de deseo al menos; pero, en ese momento alargado y penoso, Edwin saltó tras Ramiro tratando de inmovilizarlo. Karina solo alcanzó a gritar: “no, por favor”, consiente del fuego que ardía dentro de aquel grupo de personas; solo hacia falta una chispa para que el infierno se alzara y Edwin acababa de acercar la antorcha. Ramiro se transformó entonces en un monstruo, en un lobo acorralado y herido de muerte que solo supo lanzar mordidas asesinas y llenas de la baba espesa de la adrenalina, el dolor y la tristeza de que había perdido su vida en una trampa.


Bárbara tomó una pesada botella de vodka y se la rompió en la cabeza mientras Edwin lo tenía tomado por el cuello e intentaba derribarlo; luego, todos en la reunión se les fueron encima a golpes con todos los objetos que encontraron. Era una escena dantesca, como si un remolino gigantesco y sonoro intentara arrancar del mundo algo monstruoso. Hubo momentos en que parecía que Ramiro se sobre pondría al linchamiento del que era objeto tratando de tomar fuerza en la mirada de ella, pero la furia de tantos y tantos años de abusos, desprecios y golpizas contra aquella despreciada minoría que se había convertido en la mano que cobraba las afrentas lo hicieron sucumbir. Karina vio como poco a poco aquel hombre que ya era ajeno a sus sentimientos desaparecía como una flama sofocada por miles de granos de arena. Al final solo quedaron ellos dos; él: con la mirada opaca y perdida en algún lugar desconocido. Ella: con el alma en un quién sabe dónde tendría que esconderse para no responder a aquello que había pasado a toda esa gente, con el alma varada en un espacio ajeno como si ella de verdad no fuera parte de la piromanía tumultuaria que había comenzado con su mutismo. Estaba a punto de llegar a la parte en la que ella se ponía de hinojos y tomaba el rostro de Ramiro para pedirle perdón y tratar de protegerlo con lo poco o nada que tenía para él cuando el teléfono sonó. Ella y Liliana casi saltan de las sillas. Era Vanesa Guerra, su abogada, para avisarle que Ramiro acababa de morir. Ella y su amiga guardaron un silencio profundo, triste, casi lloroso. Se tomaron de las manos. Karina regresó a la escena final del último encuentro con Ramiro: Se vio junto a su cuerpo sin asomo de querer llorar o desear que ese hombre vuelto piltrafa regresara de un camino difícil de trasponer, como si de verdad aquel raro compañero de vida fuera un desconocido que se encontró de repente tirado en un lugar y a punto de morir. Ahora sí ya era un ser extraño y ajeno, un ente pesado por el cual había de pagar ahora un precio desconocido e inenarrable quizá peor que el que pagó durante años sin tener al menos un poco de satisfacción egoísta. Ramiro sería ahora un lastre mucho más fácil de cargar muerto, eso le dijo la señora Guerra.

 

Un hombre maduro y bien vestido se paró frente a ellas. Le dijo que ya era su turno de presentarse ante el cuerpo académico. No supo cuántos minutos pasaron. Su cuerpo fue abandonado fuera del espacio y del tiempo, del dolor y los recuerdos. Estuvo hablando y hablando como si fuera otra persona y no una mujer que rodaba cuesta abajo con rumbo al abismo inefable de la libertad hasta que una lluvia de aplausos la sacó de sus ensueños. Había triunfado estrepitosamente frente al jurado calificador. Liliana la abrazó feliz y le dijo que todavía faltaba la conferencia de prensa que daría inicio a su campaña contra la violencia hacia la comunidad lésbico-gay; su gente, su familia y Bárbara la esperaban. En el camino supo que con Ramiro muerto sería más fácil deslindar su corresponsabilidad en los hechos; solo Edwin y Bárbara tendrían quizás que enfrentar un juicio penal con todas las posibilidades de ir a prisión por lesiones dolosas. Trató de recordar a su amante como un futuro para defender, pero ya no la pudo encontrar. Ni siquiera fue capaz de encontrar ese rostro moreno que la enamorara en un invierno junto al río ciudadano bajo la luz de la luna, el azote de los mosquitos y un olor arrebatador e invasivo a sirena joven. No la encontró por ninguno de los recodos de su corazón; la muerte de Ramiro la había quizás llevado a un lugar en donde se pudren los afectos.


-Cosas de la calentura y la madurez -Se dijo para convencerse que en el corazón ya no había nada.


La conferencia de prensa también fue un éxito. Recibió el apoyo de miles de personas desde Norteamérica hasta Argentina. Se sentía ahora sí en los cuernos de la luna. Por último, la bella periodista le preguntó, con un enorme gesto de coquetería, como se llamaba su movimiento social e ideológico. Karina se acomodó el cabello, cruzó la pierna para mostrar a aquella mujer tan joven sus atributos de mujer madura, mojó sus labios con toda la coquetería posible, acercó el rostro al micrófono como si lo fuera a besar y dijo: –no crimso, no retrichon– llenando el rostro de la entrevistadora con gotas de saliva aromadas de tequila mientras le guiña un ojo y hace un puchero.


Cuando ella, Bárbara y Liliana salían del bar a la media noche, algo ebrias y borrachas de éxito, Karina dice:


-Mi inglés es pésimo. Tendré que tomar el avanzado en el centro de idiomas. ¿Podrías encargarte de las diligencias por favor, Bárbara?


-Claro que si mi amor.


Tomó las manos de ambas y a cada una le regaló un beso en los labios. Se sentía la mujer más afortunada del mundo.


-Ahora, vámonos al hotel Francis a celebrar. Hoy cantará el Juanito en el San Remo y las camas de la suite son muy amplias.


Volteó la vista hacia Los Portales del Arcoíris con un repentino presentimiento, como si algo hubiera dejado olvidado entre las mesas; el aliento se le fue unos instantes y sintió la fuga de los colores en su rostro como un sonido de soplo invernal: entre las sombras de los patios de la plazuela Rosales distinguió la figura enorme de Ramiro que las seguía con pasos lejanos y rencorosos habitando con su sombra todos los rincones de su vida.

 

 

Fotografia de Waldo Contreras López

 

Waldo Contreras López.

Narrador y poeta.

Nacido en Culiacán, Sinaloa, Mexico.

Licenciado en psicología. Estudiante de Lenguas y literatura hispánicas para la Universidad Autónoma de Sinaloa.

Colaborador en Revista “Pitraña”, México (narvíboros).

Colaborador, editor y columnista en Revista “Delatripa”, narrativa y algo más.
Ha colaborado en Revista “El Guardatextos” y Revista poética “Azahar”.

Actualmente radica en Guadalajara Jalisco, México.

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