Aquiles Voitz, deja la ficción | Waldo Contreras López
Mi nombre es Aquiles, Aquiles Voitz y anunció sin más pompa: YO, ya no soy escritor (si es que alguna vez lo fui; lo digo porque, para ser escritor en estos tiempos, se necesitan ciertas habilidades que despelucarían a los sicólogos, sociólogos y perpetuadores de las sagas de Sigmund Freud). Ahora soy *polaco, y los polacos no escribemos cosas raras. Los polacos escribemos y criticamos con poca sapiencia cosas reales y, a veces, por no decir que casi siempre, como para que las gentes piensen que de verdad salimos de la vagina de la esposa de un presidente, gobernador, senador o diputado; a veces, cuando el talento es mucho que sucede muy poco, escribemos sobre mundos distópicos gobernados por polacos alienados a sistemas arcaicos de gobierno, por ejemplo, y eso, señoras y señores, no cualquiera lo logra al menos con poca habilidad porque hasta para este menester es obligado tener cierto talento, lo mínimo exigido para realizar una mentira.
No, no me he cansado de ser escribiente de la malaventurada ficción; no me he cansado como por ejemplo, algunas vez llegaron a cansarse los apóstoles a quienes nadie les creyó en sus momentos de pluma desvelada una palabra acerca de sus visiones e inspiraciones. Esos apóstoles (debo alargárselas aquí, digo, sin albur), de los doce evangelistas, me encanta el buen Pablo y su perseverancia; ojalá muchos tuvieron hoy su empuje; lo de Pablo es digno de admirar pues ninguno de sus compañeros de misión pudo poner el nombre del ungido en boca interesada de césares y senadores o de provocar quién sabe cuántos concilios cristianos; en fin, continuó y espero no desesperarlos: no seré escritor (sobre todo, después de conocer de pé a pá o de la “a”, a la zeta las vicisitudes escriturales del enorme Pablo) pues sucede que veo nada cambiaré del mundo escribiendo cosas raras además de que nunca me pude pelear con los colegas por cosas que nomás atribulan a los escritores de ficción (becas, poesías, premios malhadados y malhayados, figúrese usted cosas como estás); además, porque siempre existe ese además que siempre es el peor de todos los ademases, nunca gané por esto un peso partido por la mitad; esto último, dicen que dicen, es lo que pone a un ficcionador entre lo reconocible. Ahora soy polaco y los polacos ganamos muy bien haciendo o diciendo cosas de polacos contra otros polacos (Lo mismo que hacen los escritores, por eso creo que nunca fui escritor pues nunca hablé cosas de escritores contra otros escritores ni hablaron escritores contra mí). De polaco se puede bien hacer uno muy rico. Un polaco dice algo y yo contra ataco con una frase filosa y polaca y, por la noche, seguro tendré un bono en mi tarjeta del banco. Como escritor de cosas que solo a los escritores se les ocurre escribir, es decir, cosas que en nada ayudan al mundo, solo me alcanzó muchas veces para que me regañara mi esposa si se me ocurría comprar un cigarro en el estanquillo de roña güera. A los polacos, sin embargo, les alcanza para mucho de esto y hasta para perder a sus esposas, hijos y amigos (por ejemplo, mientras un polaco anda en campañas polacas donde se requiere mucho tiempo y libido erótica, la mujer bien puede aprovechar para abrirle la puerta a un escritor mediocre -por ejemplo, me pongo a mí y al gremio como ejemplo, pa’ que arda y pa’ que suene algo duro al oído, como badajo de campana- y entregarse a lisonjas sexuales que nada tienen que ver con los polacos quienes prefieren darle por el culo a otros polacos en vez de atender a sus amadas compañeras) Obviamente, al decidir ser polaco lo hube antes platicado larga y sucintamente con mi esposa hasta llegar a la conveniencia; ella y yo lo hemos decidido juntos siempre y cuando le deje la cama bien tendida y la estufa rechinando de limpia. Seré pues, desde el inmediato hoy hasta el futuro innoble, un gran polaco.
Adiós, Adiós, ahora excompañeros. Adiós pues sé que he de perder sus compañías y apreciaciones. Adiós y, como dijo George Harrison:
“Claro que prefiero ser un ex-beatle a un ex-nazi
Pero siempre será mejor ser un ex-nada”
Atentamente, su servidor mas urgido: Aquiles Voitz. Guadalajara, Jalisco, en una hora de diciembre.
*Nota al calce:
La palabra “polaco(s)” y “polaca (s)” significa, en la mundeja de la información digital y la revista periodística que tira a lo amarillo y todo color que se le parezca: política, político o todo ente aquel que habla hasta por los codos sobre política. Me veo obligado ante fenómenos sociales recientes de la moral y la ética a usar estas expresiones pues sabido es que a veces el uso de eufemismos, coloquialismos o algo así como sinónimos que nomás se escuchan en ciertos lugares, resultan mucho más efectivos a la hora de hablar de estos temas tan sensibles; digo sensibles porque ahora está cabrón hablar bienomal de un político o del ejercicio sin que una jauría de expertos se te venga por encima con chorros espesos de ofensas y desvirtúos. Además, es mucho mejor decir polaco que otro tipo de disque sinónimo o algo así. Es una palabra muy bella y resonante la cual, deslindándola del gentilicio dado a los ciudadanos de Polonia, resulta mejor que esas jaladas de moda, esas palabrejas sacadas quien sabe de qué culo de un diccionario: “fifi y chairo”, habrase visto tal cosa. Aclaro pues, que al hacer uso de la palabra “polaco” y “polaca” solo tiene la intención referida y en ningún momento intento dar a entender que los ciudadanos de Polonia son de alguna forma comparables con estos sujetos a los cuales desde hoy pertenezco. Tampoco intento con el uso sobajar, menospreciar o perseguir a estos ciudadanos del viejo mundo como fueron perseguidos alguna vez en los años de mil novecientos 39-45 del siglo pasado, fechas en las cuales los teutones pondrían en las lenguas y mentes de casi todo ente razonable, los nombres de los países de Europa que casi acaban con las ganas de vivir.
Waldo Contreras López.
Narrador y poeta.
Nacido en Culiacán, Sinaloa, Mexico.
Licenciado en psicología. Estudiante de Lenguas y literatura hispánicas para la Universidad Autónoma de Sinaloa.
Colaborador en Revista “Pitraña”, México (narvíboros).
Colaborador, editor y columnista en Revista “Delatripa”, narrativa y algo más.
Ha colaborado en Revista “El Guardatextos” y Revista poética “Azahar”.
Actualmente radica en Guadalajara Jalisco, México.